En cierta ocasión le oí decir a un sabio que aún después de nuestra muerte seguimos vivos en los demas, habitando en sus recuerdos, caminando sutilmente a su lado, mientras ellas nos puedan recordar, acompañandolas discretamente. Es decir, en cierta manera, se podría afirmar que morimos para seguir existiendo proyectados en la vida de otros.
Pero la vida es algo más que simplemente recordar y ser recordados. La vida en sí es una explosión, una catarata de sensaciones para nuestros sentidos, una aventura trepidante con su sucesión de esperanzas y desilusiones que nos aguardan. La vida es experimentar emociones: reír y llorar, gozar y sufrir..., sentir con todo nuestro ser, sí, sentir intensamente que estamos vivos.
Por lo tanto, la pregunta pertinente que todos debemos plantearnos, no es sólo qué hay más allá de la muerte, si no también: ¿Cómo quieres vivir esta, tú vida presente...?
Aquel que siempre vela por ti, de día y de noche: tu ángel de la guarda.
(Pasaje del I cap. La Mensajera de las Ánimas)
M.D.V.
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